Antonio Gramsci exponía en sus reflexiones revolucionarias que el sentido común y la cultura "común" que aparecen reflejadas en nuestro día a dia son expresiones de una filosofía implicita que se interioriza pasivamente. Una filosofía que está relacionada con la ideología de la clase dominante, que se convierte en la ideología de toda la sociedad. No se muestra realmente como es sino que deja su contenido en forma de filosofía "popular" o conocimiento cotidiano. Dentro de este "sentido común" se esconde una visión política del mundo y de la realidad política concreta. Esta visión es interiorizada por medio de mecanismos diversos que recorren todos los ámbitos de la educación, la socialización comunitaria, la religión, la cultura que recibimos (y que hoy en día se consume),...
Esta idea no ha dejado de ser real en nuestro días donde la "programación" de nuestras mentes se produce desde múltiples púlpitos, donde la televisión tiene un papel muy importante. La televisión se ha utilizado como un elemento de creación de consenso, mecanismo necesario en las sociedades capitalistas avanzadas para evitar el conflicto. La "caja tonta" no tiene ni un pelo de ello. Es una plataforma de creación de pensamiento y de cultura "común" (no queríamos utilizar el concepto de popular para evitar su relación con el pueblo como sujeto político). El poder establecido a través de los mecanismos de control social que son los medios de comunicación ha buscado controlar lo que podemos pensar y de que manera hacerlo. Se utilizan para hacer que la gente piense de una determinada forma sobre elementos de la realidad política que pueden verse en un determinado momento cuestionados en su legitimidad y veracidad.
Toda esta reflexión teórica y caótica (aunque esperamos que comprensible)tiene como finalidad abordar dos acontecimientos televisivos que no han escapado a nuestra percepción de la intencionalidad política de los actos. Estos dos acontecimientos se centran en la emisión de dos programas que dejan mucho que desear en cuanto a calidad pero cuya intencionalidad es evidente a los ojos de un examen crítico. Nos referimos a los estrenos de la serie-novela "Hispania" y la serie-novela real "Felipe y Letizia".
No es casualidad que en una época en el que de manera acertada se está cuestionando la existencia de una "nación española" unida e inmutable (todos nos acordamos de los credos del fascismo español)y se están empezando a producir tensiones políticas provenientes de la consideración del Estado español como la unión política de un conjunto de realidades nacionales diferenciadas (tanto objetiva como subjetivamente creadas/inventadas como todo ideal nacional o patriótico) cuando aparezca en nuestros televisores una serie sobre la conquista romana sobre lo que se da a entender que son los "primeros españoles". Ciertamente inaudito es ver como se nos presenta una realidad histórica manipulada en función de una empresa: demostrar que la nación española estaba ya dentro de las venas de los primeros pueblos "bárbaros" (en la terminología usada por el ideal romano) como un elemento indestructible y perdurable en el tiempo. Con tal finalidad, que excitaría a cualquier historiador primordialista del estilo de los que vieron en William Wallace el primer escocés con conciencia, se ha creado esta novela. El mensaje llega pasivamente a nuestros receptores cognitivos entre escena romántica, belicosa o sexual. La idea final que intentan transmitirnos en cada minuto es que el pueblo español, ya existente desde tiempos inmemoriales, resistió crisis y sufrimientos durísimos de los cuales salió adelante demostrando tesón, valentía y firmeza contra la tiranía de um imperio opresor defendiendo una tierra que era suya, única e inmutable. Parecería que Franco se ha vestido de época para luchar contra los romanos. No para de venir a mi mente la escena de "La vida de Brian" cuando en una reunión de la resistencia se preguntan "¿qué han hecho los romanos por nosotros?
Se nos intenta vender España como realidad política nacional presente desde el inicio del mundo y no como una invención (como cualquier otra nación) para ocultar realidades identitarias con una carga de objetividad mayor, como por ejemplo, la clase social, que responde a la ubicación en el sistema económico. Para la televisión y para nuestras mentes, Viriato ya no pertenecerá a la tribu lusitana, siglos antes de que apareciera la mínima idea de España y la unidad política de la misma, sino que aparecerá en nuestro imaginario colectivo y "común" de pie delante de las centurias romanas, con estandartes rojos y gualdas entonando el de sobra conocido "yo soy español, español, español". Las realidades se construyen y la intencionalidad siempre está presente. Las palabras y las imagenes crean realidades.
La otra gran creación del intelecto político dominante expresado a través de los medios televisivos es la oda monárquica sobre el idilio amoroso del heredero del heredero y la periodísta más popular de los últimos años (con la venia de Sara Carbonero). Mismo procedimiento, igual estrategia que en el caso anterior. Sigue sin ser casualidad que en un momento en el que la monarquía está recibiendo duras críticas, sobretodo de índole económica por vivir de un presupuesto que le damos todos los ciudadanos para su esparcimiento y descanso en un momento en el que el resto de los mortales tenemos que apretarnos tanto el cinturón que podemos dar dos vueltas sobre nuestra cintura al mismo, aparezca una opereta que busca despertar el morbo de las intrigas, dimes y diretes de "palacio". La imagen de una monarquía campechana, encarnada en la figura del heredero del dictador, ha sido un elemento que se ha creado desde los medios para alinear a los ciudadanos con los monarcas (resolución del 23F mediante). Ahora que la realidad social y económica llama a nuestras puertas pasando de largo de las de La Zarzuela los cuestionamientos podrían producirse, por ello, que mejor que dar al pueblo pan y circo monárquico, cual telenovela latinoamericana, para enganchar a la ciudadanía a su irresponsable institución (esto no es una descalificación nuestra sino un principio constitucional).
Además, la "real" novela se centra en la figura del Principe heredero cuya legitimidad para obtener tan valioso galardón está lejos de poder apoyarse en los mitos en los que se apoya la de su padre (transición y golpe de Estado)¿Qué le queda entonces? Aparecer como un niño rebelde en la corte que puso por delante el amor a sus responsabilidades de sangre y a la "empresa" familiar. No hay nada mejor para unirse con un pueblo dormido que tocar la fibra sensible del mismo. Todo esto en un contexto en el que se han empezado a oir voces reclamando "abdicación" ante los rumores y evidencias del estado de salud del Jefe del Estado. La legitimidad del hijo se tiene que construir rápidamente y no es plan de sacar otra vez los tanques por las calles, que la gasolina está muy cara. Si esperpentos irracionales como Belén Esteban pueden vender su vida, obra y milagros y ser admirada por ello (cosa que escapa a la razón de cualquier ser humano), el "principito" también puede. Y mientras el pueblo esté más ocupado en pensar en los romances de personajes televisivos (Rey y Principe mediante) menos ocupado estará en luchar contra el capitalismo y sus crisis.
Creo que estas cosas no pasan en Francia...